Entre los años 1922 y 1950 la ciudad de Astorga contaba con una de las tres únicas imprentas musicales que funcionaban en España durante la época. En la imprenta, dirigida por Ángel Julián Rubio, se transcribía a mano textos musicales en un papel especial que después se pasaba a una piedra litográfica para reproducir en serie los textos copiados con la ayuda de una prensa de mano. De esta se obtuvieron numerosas partituras y libretos de zarzuela, música moderna de la época y música para la milicia, Radio Nacional, himnos, canciones populares o encargos de compositores del momento, así como para acompañar proyecciones de cine.